Antes de empezar a hablar de cuáles Competencias Emocionales podemos poner en marcha para colaborar con todo lo que estamos viviendo, vale la pena reflexionar sobre 4 aspectos importantes del universo emocional.
Queramos o no las emociones tienen un papel preponderante
en nuestras vidas
Es un hecho probado. Nos guste o no, queramos o no, las emociones tienen un papel preponderante en nuestra manera de pensar, de comportarnos y en la toma de decisiones. Mucha atención aquí, porque es precisamente tomando decisiones que determinamos nuestro futuro y el de los demás. Y sí, las emociones tienen un papel preponderante en cómo decidimos. Que cuando abras la puerta de casa a las ocho de la tarde le grites a tu hijo por ir descalzo o no lo hagas, tiene mucho que ver con las emociones que has experimentado a lo largo del día. En tiempos de pandemia y de mucha fatiga acumulada el grito está servido. En cambio, con un boleto premiado del Euromillones en el bolsillo, no.
Ni buenas ni malas, las emociones son simplemente útiles.
Como los seres humanos calificamos lo agradable de bueno y lo desagradable de malo, hemos caído en el error de pensar que hay emociones buenas y emociones malas. En realidad las emociones sólo admiten un calificativo, el de útiles. Sin las desagradables no nos alejaríamos de las amenazas y sin las agradables no nos acercaríamos a las oportunidades. En el momento que consideramos las emociones agradables "buenas" obviamos que sería muy mala idea de que una cirujana nos operara de una cardiopatía embriagada de euforia. En el momento que consideramos las emociones desagradables "malas" impedimos que niños y jóvenes conecten de manera honesta y sin juicio con procesos emocionales tan naturales como la tristeza, los celos o la envidia. Y, si no conectan con éstas, ni gestionan, ni elaboran su experiencia emocional.
Sentimos emociones pero nosotros no somos nuestras emociones.
Ciertamente, nuestro cerebro traduce constantemente toda percepción humana, externa o interna, del pasado del presente o del futuro en una emoción. Pero esto no significa que nosotros seamos nuestras emociones. A diferencia del resto de mamíferos, tenemos la capacidad de crear un espacio entre lo que sentimos y nosotros mismos / as para poder reflexionar y ponderar nuestras respuestas. Poca broma porque este es el espacio que nos hace libres. Hoy en día el mundo entero está dispuesto a que nos confundamos con nuestras emociones y votamos a un partido político, compramos un coche o aguantemos un rato más pegados a una pantalla. Gran parte de nuestra libertad pasa por crear y defender este espacio y no perder de vista que por intensa y embriagadora que sea nuestra vivencia emocional nosotros no somos nuestras emociones.
Nuestras reacciones emocionales hablan más de lo que pasa dentro de nosotros que del que pasa fuera.
Sin excepción, pequeños y grandes llevamos dentro un puñado de todas las emociones que existen. Las hemos acumulado a lo largo de la vida, a través de nuestras vivencias. De algunas emociones tenemos guardada muy poca cantidad pero hay otras que ocupan un gran espacio dentro de nosotros. Tanto espacio que apenas caben. Cuando es así tiñen todo lo que vivimos del color de emoción. De ahí que una persona con mucha ira todo le enfade, mientras que una persona con mucha gratitud acumulada ve motivos para agradecer allí donde mira. En gran medida nuestras reacciones emocionales tienen más que ver con lo que pasa dentro de nosotros que con lo que pasa fuera.
Reflexionar sobre todo esto nos deja en diposición de empezar a trabajar nuestras competencias emocionales, lo que empezaremos a hacer en el siguiente post.
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